martes, 7 de febrero de 2017

FRANCISCO MONTEJO, un carlista mañego



El carlismo en Sierra de Gata es una de las etapas más desconocidas dentro de la historia de esta serranía; sin embargo la comarca y algunos de sus vecinos jugaron un papel decisivo en la Primera Guerra Carlista.
Uno de esos serragatinos que mantuvo en jaque a las fuerzas leales a la Reyna Isabel II entre los años 1833 a 1839 fue el mañego Francisco Montejo. Este zapatero remendón, como se encargaron de puntualizar las fuerzas liberales que combatían a las realistas de Don Carlos, consiguió mantener viva la llama del carlismo en la parte más noroccidental de la provincia de Cáceres; al cruzar la frontera luso-española en sucesivas ocasiones, a la vez que practicaba todo tipo de razzias por los lugares por los que pasaba.
Su nombre se convirtió en una auténtica obsesión para los personajes encargados de reprimir cualquier conato de carlismo en Extremadura. Rodil y Méndez Vigo, al mando de las tropas liberales en la región de Extremadura, le intentaron dar caza en sucesivas ocasiones y aunque en alguna de ellas estuvieron a punto de apresarle, Francisco Montejo consiguió siempre evitar su captura.
Al frente de una facción de carlistas de entre 10 y 50 individuos, dependiendo de la época, asaltó poblaciones y cortijos; desarmó a militares isabelinos; robó a representantes de las instituciones públicas liberales e impuso en buena parte de la provincia de Cáceres y en la casi totalidad de las poblaciones de Sierra de Gata la fidelidad al Rey Dº Carlos.  
Contó sobre todo con el apoyo de los cantones de Gata y de Coria; así como con una amplia red de colaboradores que iban desde altos miembros del Obispado de Coria, hasta los contrabandistas de Valverde del Fresno, Eljas y San Martín de Trevejo; pasando por el apoyo económico e intelectual de nobles como el adinerado vecino de Gata Dº Juan Guillen y Godínez, quien formó parte del séquito real de Dº Carlos; e incluso fue auxiliado por la fraternal amistad guerrera de los legitimistas portugueses.
Con el paso del tiempo se convirtió en uno de de los últimos carlistas, por no decir el último, que mantuvo viva la llama del Carlismo en la provincia de Cáceres; perdiéndose su rastro una vez finalizada esta primera guerra carlista allá por el año de 1839.