En cierta ocasión una familia acebana se decidió a realizar su habitual viaje estival a Acebo contratando los servicios de un particular que se ganaba la vida llevando y trayendo gentes de Sierra de Gata a Madrid.
La familia había preparado las maletas y todos los jachiperris el día antes para que no se les olvidase nada y así pasar lo más a gusto posible las vacaciones de verano en su pueblo.
A las 7:00 horas, tal y como habían convenido con el condutor, éste se presentó en el domicilio de sus clientes. No tuvo que esperar porque toda la familia se encontraba nerviosa desde hacía media hora en el portal del edificio con todos los tarecos preparados para montarlos en el coche.
-¡Buenos días!-saludó el cabeza de familia con efusividad.
-Buenos días -contestó el conductor- vamos a ir cargando
las cosas en el coche.
Poco a poco las maletas, cajas y enseres fueron acoplándose en el automóvil. Cuando ya parecía que habían acabado, el miembro más pequeño de la familia apareció frente al conductor y a su padre con la jaula del canario.
-¿Pero Guillermo ondi vas con el pájaro? ya te dije que
se lo dejases a la vecina.
-Pero papa es que yo me lo quiero llevar al pueblo y si él
no va yo tampoco.
- Hay que jodersi con el jodio dagal lo caprichoso que ha salió
-refunfuñó el padre delante del conductor.
-¿Y no tienen a nadie a quién dejarselo?-preguntó el condutor
con voz preocupada.
- Que va, la vecina a la que se lo íbamos a dejar se ha ido sin avisar.
Y el crío es que ha salido igual de caprichoso que mi suegro.
La madre que se encontraba comiendo una perronilla con su hija pequeña escuchó el comentario de su marido y casi añulgándose, en un ataque de rabia, le quió la jaula a su hijo Guillermo de las manos y le espetó a su marido que el pájaro iba con ellos a Acebo.
El conductor y el cabeza de familia no se atrvieron a contradecirla y ella roja como un tomate y respirando con dificultad, porque aún no había conseuido masticar del todo la perronilla, puso la jaula en la baca del coche y la ató fuertemente con una cuerda.
-¡Ya está solucionado el problema! ¿Habéis visto que rápido
lo he arreglado?
Todos se metieron en el automóvil y comenzó un largo viaje que en aquella época duraba unas cinco horas. Sobre las doce y media llegaron al pueblo del Azevo. Hacía un día perfecto, soleado y con una temperatura perfecta.
De inmediato todos se bajaron del coche y comenzaron a sacar las maletas y todos los jachiperris que llevaban. Guillermo se subió al asiento del coche y desató la jaula de la baca. Cuando puso el pie en el suelo pudo comprobar que la jaula estaba vacía. De inmediato se fue a su padre y a su madre y enseñándoles la jaula les preguntó ¿Dónde está el pájaro?
Los padres se quedaron mudos y Guillermo no recibió contestación alguna; aunque con el tiempo comprendió que la fuerza del aire arrancó a su mascota con violencia de la jaula que había sido atada a la baca del coche.
*Esta historia, como todas las contadas en este blog, es absolutamenete veraz y Guillermo todavía recuerda la anécdota con gracia y salero.
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