Fray José Pedro Panto nació en la villa fronteriza de Valverde del Fresno
en el año 1778. La gran presencia e influencia de la Orden Franciscana en
Sierra de Gata, comarca en la que tenían numerosos conventos (San Martín de
Trevejo, Hoyos, Acebo, Gata, Descargamaría) favoreció el que un joven Fray Pedro Panto se adhiriese a dicha Orden
religiosa, muy posiblemente desde el convento de San Miguel ubicado en San Martín de Trevejo y que por aquel entonces pertenecía a la
demarcación provincial del mismo nombre (S. Miguel); encontrándose adscrito a
la Diócesis salmantina de Ciudad Rodrigo. Con el tiempo se convirtió en
Misionero de la Orden Franciscana y al igual que muchos
religiosos serranos partió para América siguiendo muy de cerca los pasos de Fray Junípero Serra.
El 2 de junio de 1803, Panto arribó al Real Hospicio de Misioneros
de Indias en El Puerto de Santa María
(actualmente Convento de Santo Domingo), lugar donde los religiosos se hospedaban
antes de partir para el continente americano. Acompañado de Fray Gerónimo
Boscana, con quien le uniría una estrecha amistad hasta el día de su muerte, se
embarcó en el puerto de Cádiz el 18 de julio de 1803. Viajó en la embarcación "Nuestra Señora del Pilar", también
conocida como "La Fortuna" siendo su capitán D. Pedro Ignacio de
Estillarte. Arribaron al puerto mexicano de Vera Cruz
el 24 de octubre. Por aquellas fechas la ciudad portuaria sufría una epidemia
de "vómito negro" por lo que, a pesar de encontrarse extenuados por el duro viaje, los
viajeros abandonaron la ciudad mexicana de inmediato. Tras un viaje plagado de incidentes y después de tres jornadas llegaron a
la capital, México.
Una vez en la capital mexicana se incorporó en 1803 al Colegio de San
Fernando (sede principal de la Orden Franciscana en la capital mexicana). Siete años más tarde partiría hacia tierras de California con el objeto de
ayudar a las tareas de colonización y evangelización iniciadas por Fray
Junípero pocos años antes y alentadas políticamente desde España durante el
reinado de Carlos III. Existen documentos
sobre la solicitud y posterior autorización realizada en 1809 por Fray Agustín
Garijo (Guardián del Colegio de San Fernando) al Virrey y al Arzobispo de
México para enviar a Panto y a fray Marcelino Marguínez a Nueva California. Su destino definitivo queda confirmado en la carta enviada por Fray José
Antonio Uría desde la capital de México a José de la Guerra en Tepic el 14 de Noviembre de 1809. Su llegada a San Diego en California se produjo el 28 de
Julio de 1810, cuando se incorporó a la Misión de San Diego de Alcalá como ayudante del Prior Fray Pedro Pascual Oliva. Entre sus tareas conocidas destacó la de construir
un nuevo canal y acequia de suministro de agua para la misión (del que todavía
quedan algunos vestigios arqueológicos). Así mismo se le encomendó la tarea de
la reconstrucción del edificio principal de la Misión, arruinado como
consecuencia del terremoto de 1803.
La relación con los “indios Dieguinos” o "Kumeyaay"
habitantes de la zona era pacífica; aunque se mantenían ciertas reservas fruto
de los continuos y violentos altercados que se habían mantenido pocos años
atrás. Igualmente las relaciones de los misioneros con las autoridades civiles,
según se desprende de las cartas del propio Panto, también dejaban bastante que
desear.
Una tarde de noviembre de 1811 Panto sufrió vómitos
después de la cena. Su sopa había sido envenenada por el cocinero, el indio Nazario, con una planta llamada cuchasquelaai, también conocida como “Escoba Amarga”. Esta planta es bastante común en
Sierra de Gata y muy posiblemente Fray Panto la conociese; aunque es bastante
probable que desconociese sus efectos tóxicos. Tras seis meses de larga agonía
Fray Panto fallecía al fin el 30 de junio de 1812. En su acta de defunción,
levantada por su inseparable amigo Fray Gerónimo Boscana, con la asistencia de
Fray Tomás de Ahumada, consta que falleció a las 7 de la noche y que "no
pudo recibir el Viático" debido a sus continuos vómitos. El entierro se celebró el 2 de julio; mientras que el funeral lo ofició Fray Jerónimo Boscana.
Parece ser que entre las motivaciones que llevaron al indio Nazario a
asesinar a Fray Panto se encuentra el duro castigo al que este sacerdote
sometió al indígena, 100 latigazos. El nombre de Fray Pedro figura actualmente
en una lápida bajo el altar mayor de la Misión de San Diego de Alcalá junto al
de otros mártires de la colonización de California.
El envenenamiento, muerte y procedimiento judicial en relación a este
suceso lo convierten en el primer
hecho criminal con resultado de muerte investigado y resuelto de la ciudad de
San Diego.