Llevo un tiempo sin escribir nada en este libro de bitácora en el que se ha convertido este insigne blog. Me fijé como objetivo publicar una nueva entrada, como mínimo, una vez al mes cuando inicié esta singladura blogera por todos y cada uno de los rincones de la tierra de mis antepasados.
El motivo de este impás no ha sido otro que el fallecimietno de la principal fuente de la que he bebido durante toda mi vida para poder documentar mis trabajos narrativos, mi Padre. El 18 de enero de 2020, el día que yo cumplía medio siglo de vida, me abandonó la persona que desde pequeño me contaba viejos relatos e historias de su amado pueblo Acebo. Él me descubrió paisajes, personajes y lugares ya olvidados para buena parte de la ciudadanía acebana. Historias, anécdotas, vivencias y personas que enriquecieron en una época la tradición oral acebana y conformaron la idiosincrasia de unas gentes recías, trabajadoras, orgullosas y ambiciosas que en plena juventud decidieron romper las cadenas que durante siglos habían encadenado a sus antepasados a unas condiciones económicas y sociales dignas de los Siervos de la Gleba.
El dolor, como siempre que alguien pierde un ser querido, fue y sigue siendo tremendo; este 2020 son muchos los hogares del mundo que están sufriendo igual que yo. Pero al final me quedo con todo lo bueno que me enseñó y los buenos momentos que pasamos juntos además de haberme enseñado a ser una buena persona y un amante de su pueblo Acebo y de su orgullosa Extremadura.
Afortunadamente le pudimos enterrar en la tierra de sus antepasados, cerca del barrio que le vió nacer y en el que dio sus primeros pasos; el día de fiesta que más le gustaba a él, El día de San Sebastián, rodeado en la iglesia de amigos y familiares que acudieron en masa a despedirle. Porque "Polvo somos y en polvo nos convertiremos" pero el polvo siempre tiene que volver al lugar del que salió.
Foto cedida por Paco Corrales
Intentaré seguir siempre la máxima que le guió en la vida y que nunca se cansó de repetirme:
Haz el bien y no mires a quién