No me canso, o mejor dicho NO ME JARTO, de pasear por los campos de Sierra de Gata y cada vez tengo más claro que este territorio nuestro cada vez se asemeja más y más al lejano oeste; y no porque esté precisamente al oeste de la península, sino porque aquí impera desde hace mucho tiempo la ley del más fuerte y el más caradura.
A la costumbre últimamente tan habitual de apoderarse de callejas y caminos públicos, que permitían el acceso a ciertas fincas o cauces de ríos, mediante el uso de alambradas que modifican lindes centenarias al antojo de los usurpadores y acaparadores de tierras públicas y privadas; ahora nos encontramos, desde hace ya varias décadas, a personajes sin escrúpulos que ante la inacción de las administraciones públicas se apropian del agua de los ríos y de las fuentes de nuestros campos mediante gomas y tuberías de pvc que se ocultan entre la densa vegetación de nuestros campos.
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