Por el Puerto de Perales bajaban dos arrieros
de Eljas con sus mulos cargados de los productos más variados de Castilla, que
los habían obtenido mediante trueque por aquel otro que más apreciaban los
castellanos y leoneses de aquellas tierras altas; el deseado aceite
serragatino, el oro líquido de estas tierras extremeñas que estos dos
lagarteiros llevaban décadas subiendo a los pueblos de Salamanca y Ávila.
El
descenso por el puerto era tortuoso y lento; ya que el gran desnivel del mismo
les impedía a ellos y a sus mulos transitar por él con celeridad y
continuamente debían ajustar la carga para que ésta no se perdiese por uno de
los múltiples barrancos que asomaban por las miles de curvas que hay a lo largo
de todo su recorrido.
En
una de ellas, a mitad de camino, y desde donde se podía apreciar en toda su
inmensidad la montaña de Jálama, Felipe, el arriero más joven de los dos, le
dijo a su compañero de viaje y negocios:
-Alfredo,
¡Quién tuviera un montón de billetis como Xálima!.
-¡Hombri¡-
Contestó Alfredo- ¡Pidi pa salir de pobri!. ¿Quién me diera un montón de ayudas
tan grandi comu Xálima y tuos lus sacus que se pudieran coger con ellas cheus
de billetis?
Felipe
se quedó meditabundo y comprendió claramente que tanto él como su compañero de
viaje y de negocios llevaban esa vida por su carácter ambicioso e inconformista
con la situación y la realidad que les había tocado vivir.
Con
el paso del tiempo ambos se convirtieron en prósperos hombres de negocios y amasaron
dos grandes fortunas, con las que seguramente la Diosa Xalamati les quiso
obsequiar a ambos por los bonitos piropos con los que la deleitaban a ella y a
su morada cada vez que estos arrieros descendían por el Puerto de Perales.
Relato basado en el libro Jálama y su Comarca
del Párroco Samuel Sousa Bustillo.
Autor: CHUCHI del Azevo
Julio de 2012