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martes, 26 de enero de 2016

CAMPO DE CAZOLETAS EN JEVERO (ACEBO)




Durante años llevo preguntándome por el origen de esos huecos artificiales que sólo existen en la zona de baños conocida popularmente por Jevero, en concreto en esa gran roca granítica desde la que se yergue "la Teta" y a cuyo lado "la Tinaja" rebosa de un agua cristalina y pura que desciende desde las cumbres de la Cervigona y de Jálama.
Siempre he creído que su origen pudiera deberse a la erosión que las aguas llevaron a cabo durante siglos sobre la roca; pero hace ya algún tiempo tuve la oportunidad de disfrutar de un día de pesca en la zona de las Potras (Villasbuenas de Gata) donde me encontré con unos huecos similares, en una roca de las mismas características que la de Acebo y que nosotros utilizamos ese día para triturar el ambui (cicuta) que emplearíamos posteriormente para pescar.
Con el tiempo me enteré que cerca de las Potras se ubicaba un asentamiento humano de la Época del Hierro, Castillejo, cuyos moradores se dedicaron al pastoreo y a la pesca. Esos pueblos primitivos que habitaron nuestra comarca, según numerosos arqueólogos, tuvieron por costumbre perforar las rocas de granito con un objeto no muy bien definido.
A ese tipo de huecos labrados en la roca, de forma circular y semiesférica se les conoce por cazoletas y se repiten a lo largo y ancho de todo el globo terráqueo y en diferentes culturas.




  
Según José L. Rodríguez Plasencia, que ha estudiado las cazoletas que se encuentran en una roca similar próxima a la Ermita de Navelonga, éstas podrían estar vinculadas a algún tipo de centro de culto, ser cartografías terrestres o de constelaciones, marcadores de espacios sagrados, de caminos migratorios, de locales con alto valor mágico y propiciatorio, tableros para juegos, lugares de incineración o un sistema secreto de escritura supuestamente empleado por los sacerdotes de los pueblos indígenas de la Península Ibérica.
Para otros arqueólogos estas cazoletas podrían estar destinadas a servir de recipientes en los que se recogería el agua de la lluvia, que posteriormente se utilizaría en ritos de culto indígenas prerromanos o en rituales litolátricos y acuáticos destinados a favorecer la fertilidad femenina. 
Con esos rituales de fertilidad estaban también relacionadas esas grandes rocas a las que se les atribuían poderes mágicos ya que favorecían la descendencia a todas aquellas mujeres estériles que se deslizaban sobre ellas o las tocaban. No es por tanto extraño que ese campo de cazoletas en Acebo se ubicase sobre esa gran roca en la que los veraneantes acostumbran a tomar el sol y menos extraño sería que los pueblos primitivos que habitaron esta zona de Sierra de Gata eligiesen horadar la roca granítica en las proximidades de "la Teta" por el carácter fálico que  ésta podría tener para ellos.



Puede que nunca averigüemos la finalidad de tales huecos labrados en la piedra, pero lo que cada vez tengo más claro es que dichas oquedades no tienen como origen la erosión natural de la piedra; quizás en un futuro podamos localizar alguna inscultura en alguna roca cercana que nos confirme las teorías de los arqueólogos que llevan décadas especulando con la finalidad de estos campos de cazoletas.