En la España del subdesarrollo y la Extremadura de la la emigración (deportación) llegó a Sierra de Gata un personaje singular; quien harto de deambular por el mundo, según él, escogió este rincón paupérrimo que se llamaba Acebo para poner en marcha un proyecto espiritual, La Lita, que al final se ha convertido en una esencia más del Mundo Místico Acebano.
Sus vestimentas, su filosofía de vida, su concepción del mundo y un largo etc. atrajo inmediatamente las miradas de una sociedad anclada en un mundo constreñido en unos valores heredados de un conflicto bélico que supuraba por cada una de sus heridas.
Puedo asegurar que jamás crucé una sola palabra con Philippe; pero también puedo certificar que todo lo que le rodeaba y todo lo que hacía me seducía. Con sus hijos, Jerónimo y Santiago, mantuve cierta relación en mis años de adolescencia; cuando éstos nos acompañaban a excursiones vespertinas a Jálama al día siguiente de una fiesta en Acebo. Este verano he coincidido con ellos en Carreciá; pero el paso de los años ha hecho mella en nuestra memoria, ellos han envejecido al igual que yo y físicamente ninguno nos hemos reconocido hasta transcurrido un tiempo. Sin embargo me alegra verles compartiendo ese espacio público como unos aceban@s más después de la ausencia de Philippe.
Pasado el tiempo puedo decir que su padre ha sabido perpetuar la esencia de su legado; el cuál podemos apreciarlo hoy en día en esos diseños con influencias tibetanas que nos dejó por los rincones de nuestros paisajes acebanos.