Hubo un tiempo pasado en el que la vida en los pueblos de Sierra de Gata bullía por todos sus rincones. Una juventud deseosa de vivir y con infinidad de carencias se desparramaba en las tardes de domingo por las intrincadas calles de las localidades serranas, sin más opción de ocio que pequeños bailes con orquestas improvisadas o cines de verano, que algún empresario avispado se atrevía a ofertar a todos aquellos que se podían permitir el lujo de gastarse unos cuartos que escaseaban en la mayor parte de las casas.
Situación bien distinta se vivía de manera excepcional en alguna que otra población como era el caso de Valverde del Fresno, que gracias a su voluminosa población, proximidad a la frontera portuguesa y un arriesgado comercio transfronterizo llegó a contar con unas instalaciones fijas en las que los amantes del séptimo arte podían ver a sus ídolos cinematográficos.
Hoy en día de aquellas instalaciones tan sólo quedan un edificio abandonado del que cuelga un letrero que anuncia su venta. Un recuerdo de un pasado cultural del que también podemos presumir que tuvimos. Un edificio que como un guardián del tiempo atesora entre sus paredes infinidad de historias de amor, despechos e ilusiones; muchas de las cuales llegaron a materializarse y otras muchas se quedaron sin cumplir.
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