No hace muchos meses realicé un viaje improvisado a Acebo, el motivo del mismo fue el fallecimiento de un familiar. Como sucede en estos casos todo el proceso del sepelio estuvo rodeado del clásico ritual ceremonial al que por más que lo intento no consigo acostumbrarme.
Sin embargo en este caso hubo una imagen que se me ha quedado grabada en la retina y que de manera recurrente emerge una y otra vez en mi subconsciente; como si se hubiese transformado en la voz de mi conciencia. La misma parece quererme aportar un punto de vista nuevo o cuestionar algunos de los sólidos planteamientos histórico-políticos sobre los que he venido trabajando en mis últimos escritos.
El familiar fallecido fue uno de tantos de los que sufrieron las consecuencias de tener un padre militante de izquierdas que consiguió alcanzar un puesto público en aquellas radicalizadas elecciones de febrero de 1936 en un municipio, como era Acebo; cuya sociedad se encontraba totalmente polarizada en dos bloques monolíticos políticos, izquierda-derecha, y que derivaría más tarde en verdaderos enfrentamientos personales.
Su padre fue duramente represaliado por ostentar ese cargo concejil y dos de sus hermanos fueron asesinados después de brutales palizas por elementos del bando vencedor en la guerra civil. Esas vivencias le dejaron marcado de por vida y aunque nunca militó en ningún partido siempre votó, como muchos otros, a los partidos de izquierda; definiéndose ideológicamente como una persona progresista, a pesar de que él y su mujer no supiesen muy bien qué significaba eso de ser de izquierdas.
La comitiva del entierro bajó el féretro del coche fúnebre para ser portado entre otros por un vecino de Acebo, cuyo antepasado fue uno de los que fomentó y participó en todas y cada una de las represiones que tuvieron lugar en este municipio serrano. Este vecino, que portó el ataúd hasta el interior de la parroquia y que se declara ideológicamente de derechas, no tuvo el más mínimo prejuicio en portar el cuerpo inerme de un adversario político y a su vez la familia del fallecido tampoco se mostró opuesta a ello.
Después de 80 años de una guerra fratricida, con infinidad de muertos en ambos bandos, y de la cual todavía somos muchos los que no hemos sido capaces de superar la dialéctica de izquierda-derecha pude por fin ver la luz al final de ese túnel del Averno. La conclusión que saqué fue que más allá de esos enfrentamientos político-históricos que han condicionado el devenir histórico de nuestra región se prioriza y se antepone en muchos núcleos pequeños de población extremeños los vínculos de vecindad y amistad; los cuales han ayudado a superar las barreras ideológicas y el revanchismo político.
La comitiva del entierro bajó el féretro del coche fúnebre para ser portado entre otros por un vecino de Acebo, cuyo antepasado fue uno de los que fomentó y participó en todas y cada una de las represiones que tuvieron lugar en este municipio serrano. Este vecino, que portó el ataúd hasta el interior de la parroquia y que se declara ideológicamente de derechas, no tuvo el más mínimo prejuicio en portar el cuerpo inerme de un adversario político y a su vez la familia del fallecido tampoco se mostró opuesta a ello.
Después de 80 años de una guerra fratricida, con infinidad de muertos en ambos bandos, y de la cual todavía somos muchos los que no hemos sido capaces de superar la dialéctica de izquierda-derecha pude por fin ver la luz al final de ese túnel del Averno. La conclusión que saqué fue que más allá de esos enfrentamientos político-históricos que han condicionado el devenir histórico de nuestra región se prioriza y se antepone en muchos núcleos pequeños de población extremeños los vínculos de vecindad y amistad; los cuales han ayudado a superar las barreras ideológicas y el revanchismo político.