Hace varios años, en pleno verano, mi madre me habló de un lugar en Villasbuenas de Gata conocido por el Baño de la Cochina. Ella se había percatado de un problema de piel que tenía en un codo de uno de mis brazos y me recomendó ir a esa especie de balneario con el objetivo de tomar unos baños para ver si ese problema de piel desaparecía.
Jamás he sido muy creyente de esos lugares con propiedades medicinales, pero como no tenía mucho más que hacer ese verano me decidí a visitarlo. Nos montamos en el automóvil y después de dejar a un lado la población de Villasbuenas de Gata nos dejamos conducir por una pista de tierra que finalizaba en un encinar cerca del río que alimenta el embalse de la Rivera de Gata; allí hay una construcción y en uno de sus laterales se encuentra, en una depresión del terreno, una especie de graderío circular en cuyo centro se embalsa un agua de color verdoso esmeralda a la que todos le atribuyen poderes curativos.
El origen de tales poderes parece ser que se debe a la composición de esas aguas y a las que la tradición oral local atribuyó hace décadas la curación de una cerda que no podía andar y su piel se encontraba llena de pústulas. El animal después de revolcarse en esas aguas se curó milagrosamente.
Desde entonces son miles de personas las que, hasta del extranjero, vienen a este lugar para darse baños en estas aguas con la idea de curar sus dolencias y sus problemas de piel.
Yo me bañé como hicieron todos los que allí encontraban y aunque no noté ninguna mejoría inmediata, si es cierto que con el paso de los años ese problema de piel desapareció. Me imagino, o quiero creer, que en algo debieron contribuir esos baños.
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