En la falda de la sierra más
occidental de Extremadura, Jálama, existió hace muchos años una Ermita, la
Ermita de San Casiano, rodeada por un frondoso bosque y de majestuosas rocas
que formaban intrincadas cuevas. Vivía en dicha ermita Martín un buen anciano,
que según contaban los que lo conocieron perteneció a distinguida y recia
familia cacereña.
Es curiosa la
historia de Martín el ermitaño y además de interesante, provechosa a los
lectores. Voy a contarla: los padres de Martín tuvieron dos hijos, el nombrado
y José.
Martín y José
eran genios muy opuestos. Mientras el carácter del primero era díscolo,
atrevido, temerario, el de José se distinguía por su obediencia y sencillez.
Ocurrió un día
que Martín, desoyendo los consejos de sus padres, propuso a su hermano que le acompañase a una
cacería.
José le
advirtió, una y más veces, que no era procedente tal propósito por desconocer
ambos el manejo de las armas de fuego.
No debió
convencerse Martín y cuando llegó la puesta de sol salieron los dos hermanos
provistos de flamantes escopetas y otros efectos necesarios.
Internáronse
en un espeso monte. Eligieron dos sitios de aguardo, por donde, según Martín,
debían pasar algunos Corzos.
En actitud
expectante estuvieron los dos hermanos poco más de media hora, cuando, el ruido
de pasos, hízole suponer a Martín que se acercaba alguna pieza. No se engañaba.
Dos hermosos ciervos miraban a poca distancia de él.
Martín montó
precipitadamente la escopeta, sonó un disparo al poco rato, se oyó un ¡ay…!
Lastimoso producido por una leñadora. La bala había atravesado un brazo a la
pobre mujer, cuya presencia pasó inadvertida para Martín en el momento crítico
del disparo.
Poco tiempo
después Martín prometía ante un cuadro de la Virgen una penitencia como
expiación del delito que su imprudencia le hizo cometer.
Transcurrió
mucho tiempo desde aquél suceso. Martín se convirtió en ermitaño de San
Casiano. Se mantenía de las limosnas que recogía en los pueblos inmediatos; si
bien en algunos eran muchos los que especulaban con la gran fortuna que poseía.
En una desapacible
tarde de invierno. Una imponente tormenta se formó en el espacio. Martín, entre
rayos luminosos y rugientes truenos, se postró de rodillas ante un crucifijo, que pendía
en las paredes de una cueva próxima a la Ermita y cuando fue a levantarse
cuatro manos hercúleas le sujetaron por el cuello.
El ermitaño
incorporose como pudo y se encontró frente a frente de dos hombres que le
dijeron: venimos por tu fortuna o por tu vida. Mi fortuna- contestó el anciano-
la tengo despreciada hace muchos años, y mi vida le pertenece a Dios.
¡No mientas! -dijo
uno de aquellos hombres.Venimos por tu tesoro y si nos lo niegas morirás sin
remedio.
Pasaron
algunos segundos de silencio, interrumpido por Martín, que con sonrisa de
mártir exclamó: ¡pues bien señores, salid de esta cueva y os enseñaré el lugar
en el que guardo mi tesoro!
-¿Conocéis el
corpulento árbol llamado Matusalem, que hay al terminar el puente de los
gitanos?
-Sí -afirmaron
los facinerosos.
-Pues meted la
mano en el hueco que hay en dicho árbol y encontraréis el tesoro que tengo.
-Si nos
engañas -se atrevió a decir uno de aquellos hombres- pagarás con tu vida.
-Os juro que
no -replicó Martín.
Los bandidos
tomaron la dirección que el Ermitaño les había indicado. La tormenta se
encontraba en su clímax; aun así los facinerosos marcharon a toda prisa. Al
llegar al puente, que les había indicado Martín, los truenos y relámpagos se
sucedían cada vez con mayor frecuencia, y la lluvia se tornó en un caudal torrencial
que arrastraba cuanto encontraba a su paso.
Al día
siguiente el ermitaño se dirigió al árbol Matusalem, estuche de su tesoro.
¡Gran sorpresa recibió el pobre viejo!
Al pie del
árbol había dos cadáveres carbonizados por una chispa eléctrica. Postrose de
rodillas Martín, rezó por ellos.Y metiendo después la mano por el hueco del
árbol Matusalem, sacó un libro con tono de pergamino en cuyas tapas se leía
Tesoro
del Alma
Relato basado en el escrito del Párroco Sousa
Bustillo Jálama y su Comarca
Autor: CHUCHI del Azevo
Marzo de 2012
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