Mosé de Gata era un pretigioso dayyan
judío de la aljama de Coria sobre quien recayó la desagradable obligación de
llevar una mala noticia a sus hermanos de Fe de la Aljama judía de de Gata.
A
pesar de que llevaba mucho tiempo viviendo en Coria a Mosé le gustaba volver de
vez en cuando al pueblo que le vio nacer y en el que pasó la mayor parte de su
existencia. En ese rincón apartado de esa serranía limítrofe con el reino de
Portugal Mosé había dejado grandes y
prestigiosos amigos, tanto cristianos como judíos, sobre todo entre los
intelectuales que por aquel entonces abundaban en Gata y que impartían clases
en la Academia del Maestre de la Orden de Alcántara, D. Fray Juan de Zúñiga y
Pimentel, y que era dirigida por el eminente Antonio Nebrija.
Con
este último se encontró camino de la plaza mayor de Gata. Don Antonio Nebrija y
él habían mantenido elocuentes y apasionados debates jurídicos en infinidad de
ocasiones.
-¡Buen
día tenga su señoría! -saludó efusivamente D. Antonio Nebrija a un atribulado
Mosé de Gata.
-Es
un placer encontrar de nuevo a Vuecencia -respondió el ínclito D. Mosé.
-¿Qué
le trae por estos lares serranos desde la Coria señorial? -inquirió un Nebrija
intrigado por la visita inesperada de su amigo, el prestigioso juez judío que
administraba las leyes hebreas en el Bedin de Coria.
-Traigo
una Ordenanza Real de sus Majestades Católicas para los integrantes de la
Aljama de esta población y me temo que no va a ser motivo de alegría alguna
para ellos -respondió con tono alicaído un Mosé de Gata abatido.
-Bien
amigo, entiendo que el deber le apremia y que la carga que trae para con sus
hermanos le angustia, por tanto continúe su señoría con su camino y en otra
ocasión tendremos posibilidad de departir -Sentenció un Nebrija comprensivo.
Mosé
de Gata se dirigió parsimoniosamente hasta la judería de Gata y una vez allí tomó
el camino que le llevó directo a la esplendida Sinagoga de la localidad. En el
umbral de la puerta de Ésta le esperaba desde hacía tiempo Yom Tov, el Samás de la misma, quien con una
leve reverencia le saludó y le indicó que entrase en el interior del Recinto
Sagrado. Dentro del mismo le esperaban Samuel Leví, Jacob Arrueste, Yuda
de Alba, Israel Saulí y Salomón Arroyo; es decir lo más granado de los
mucaddeim de la Aljama de Gata.
-Bien
heme aquí como imagináis con una desagradable noticia -comenzó su exposición un
Mosé de Gata distante. Sabéis que la guerra para la toma de Granada está
llegando a su fin; pero la Corona de sus Majestades Católicas necesita de
nuevos recursos económicos para mantener y dotar de material bélico a sus
tropas, por lo que ha acordado un nuevo repartimiento correspondiente al
impuesto de los castellanos de oro para finalizar dicha guerra y a esta Aljama
os ha correspondido veintidós castellanos y medio.
Todos
se miraron apesadumbrados, hasta que Samuel Arroyo, el más anciano de todos
ellos, se decidió a responder a su paisano Mosé de Gata:
-Intuíamos
que tu visita nada bueno podría significar, y desde luego no nos equivocábamos.
Nos gustaría poder hacerle llegar a sus Majestades que esta Aljama está
exhausta y que son muchos los impuestos que llevamos pagados desde hace años;
pues desde el año de mil cuatrocientos y sesenta y cuatro hemos tributado por
el Servicio y Medio Servicio a la Corona
de Castilla tres mil setecientos diez maravedíes y la nueva cantidad que se nos
ha asignado sospechamos que no será la última; por ello desearíamos que fuese
revisada a la baja, pues de lo contrario vemos peligrar la subsistencia de
nuestra gente.
-La
situación está cada vez más complicada para los miembros de nuestro pueblo y es
probable que una vez expulsados los moros de Sefarad los siguientes seamos
nosotros; ya que en el fondo los cristianos viejos no dejan de considerar que nuestro
pueblo fue el culpable de que los moros llegasen a su querida Hispania. No
obstante intentaré hacer llegar a sus Majestades vuestra petición.
Mosé
de Gata, una vez transmitida la noticia, se despidió con una fría reverencia de
los mucaddeim de Gata. A la salida de la Sinagoga estrechó cariñosamente la
mano de Yom Tov y con paso firme se alejó por las intrincadas calles de la
judería, hasta que su figura se difuminó a lo lejos.
Relato basado en el libro Documentos para la historia de los Judíos de
Coria y Granadilla de Marciano de Hervás.
Autor; CHUCHI del Azevo
Julio de 2012