Antonio
y Timoteo llevaban un par de horas andando desde que salieron de Acebo; atrás
habían dejado el Pozo del Tío Borracho y el Regato Pedrero en un día que
prometía ser de los más calurosos de un tórrido verano. A su llegada a las Fegas decidieron hacer un receso debajo
de una imponente higuera que se encontraba a los pies del prado de la Monja;
bajo su sombra se sentaron sobre dos magníficas piedras a la vez que sacaban de
sus zurrones un trozo de pan y de tocino que les servirían de almuerzo.
Antonio
le ofreció su bota de vino a Timoteo después de haber bebido un buen trago.
Mientras Timoteo alargaba su brazo para cogerla Antonio le preguntó:
-¿Sabes que significa Cervigona?
-No -respondió desinteresadamente Timoteo.
-Pues Cervigona significa refugio del ciervo;
ya que la palabra viene del latín cervy, que significa ciervo, y del italiano
gonna, que significa abrigo o refugio.
-Pues muy bien -fue toda la respuesta que le
dio Timoteo a Antonio y que reflejaba el desinterés de éste por los asuntos
culturales.
Transcurrida
una media hora reanudaron su marcha por intrincadas veredas, y caminos
angostos, que serpenteaban las laderas de un monte pizarroso; a la vez que
cruzaban una y mil veces el cauce de un río de aguas cristalinas. Al cabo de un
buen rato llegaron a un imponente desfiladero conocido por el nombre de la
librería; ya que la colocación caprichosa de las grandes lajas de pizarra
simulaban los cantos de los libros de una inmensa y majestuosa librería. Fue en
ese sitio donde Timoteo y Antonio decidieron preparar sus escopetas de caza con
las que pretendían matar a unas diez o doce cabras salvajes que habitaban entre
los acantilados de ese gran salto de agua que se conocía por el nombre de La
Cervigona.
-Es curioso el origen es estas cabras,
¿Verdad?- Preguntó esta vez Timoteo a un concentrado Antonio.
-Realmente curioso –respondió Antonio. Es
increíble que una cabra preñada se le pierda entre estos riscos a un pastor, y
que éste no sea capaz de localizarla, y que con el paso del tiempo esa cabra
para un macho y una hembra, y que transcurridos varios años se hayan
reproducido entre ellas y hayan dado lugar a las diez o doce cabras actuales
que nos han asegurado los pastores del pueblo que existen aquí.
-Pues sí, yo todavía no doy crédito –contestó
un circunspecto Timoteo. Espero que no sea una broma de los del pueblo porque
si no la vamos a tener.
Antonio
se levantó y con un gesto le indicó a Timoteo que reanudaban la marcha. Cuando
llegaron a los pies de la catarata de agua iniciaron una lenta escalada sobre
un terreno inestable y peligroso. A medio camino de su ascenso Antonio localizó
a la primera cabra y con una señal de su mano se la enseñó a Timoteo, quien le
respondió con una inmensa sonrisa. Al poco rato los cazadores comenzaron a
disparar sus escopetas mientras las cabras caían abatidas una tras otra. Una
vez cazados los doce ejemplares de los que habían hablado los pastores del
pueblo, Timoteo y Antonio, las fueron sacando con una cuerda. Por medio de ésta
las fueron izando a una zona en la que les esperaban unos vecinos de la
población de Acebo con unas caballerías con las que las transportarían hasta
ese pueblo. Al final de la dura jornada Antonio y Timoteo se encontraban
exultantes entre los vecinos de esa población, quienes los consideraban unos
héroes por la gesta que habían realizado ese día y que ninguno se había
atrevido a llevar a cabo.
Relato basado en el libro de Dº Manuel Sousa
Bustillo Jálama y su Comarca
Autor: CHUCHI del Azevo
Junio de 2012
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