Doce meses
había tardado en llegar a su localidad natal, Hoyos, desde que salió del Perú.
Atrás dejaba amigos e inmensidad de propiedades que había ido acumulando en sus
conquistas por tierras americanas junto a sus antiguos jefes de batalla, Gaspar
de Loaysa, Francisco Pizarro, etc.
La llamada de
la tierra y la añoranza por los lugares que le vieron nacer, pesaban más en el
ánimo de Pablo Pérez, que todo el éxito y riquezas logradas en sus mil y una
hazañas y aventuras por las tierras hostiles del Nuevo Mundo.
Antes de
entrar en Hoyos dio la orden al cochero, que le había traído hasta aquí, que
parase el carruaje; y al criado que fuese a por el hatillo que venía en la
parte trasera del carromato. En cuanto regresó el criado, Pablo tomó el hatillo
y se ocultó detrás de unas jaras. Salió al poco rato, y ante la mirada atónica
del cochero y el criado les preguntó a ambos:
-¿Qué tal?
Estos no
pudiendo contener su asombro, exclamaron:
-¡Su
Excelencia parece un pordiosero!, ¿Dónde pretende ir así?
-Dentro de poco
lo comprenderéis -les dijo. Mientras tanto dad marcha atrás y volved por el
otro camino que conduce al pueblo. Esperadme en la fonda que había cerca de la
antigua ermita.
Sin más, tanto
el cochero, como el criado obedecieron las instrucciones dadas por Pablo,
mientras éste se adentraba por las estrechas y oscuras calles de la población,
hasta llegar a una humilde vivienda de una sola planta.
Tres veces
llamó a la puerta hasta que alguien se decidió a abrirla. Ante la luz tenue de
un pequeño candil la dueña de la modesta morada preguntó al inesperado
visitante:
-¿Quién es
Usted?, ¿Qué quiere a estas horas?
A lo que Pablo
Pérez contestó con voz aterciopelada:
-Soy yo,
Lucia. Tu primo Pablo.
-¡Por Dios!
–Exclamó Lucia. Pero si vienes hecho un pordiosero. ¿Para eso tanto empeño en
ir a las Indias, para volver muerto de hambre?
-Bueno, Dios
lo quiso así –contestó con gesto circunspecto. ¿Podría quedarme en tu casa
hasta que encuentre algún medio de vida? –preguntó con voz entrecortada,
mientras hacía ademán de entrar.
-De eso nada
–contestó Lucia con voz imperativa. Demasiada carga tengo ya como para echarme
otra más encima; y menos la de un muerto de hambre como siempre has sido tú
–sentenció Lucia. Acto seguido cerró la puerta dejando a Pablo a la intemperie
de una gélida noche serrana.
Al día
siguiente Hoyos amaneció más inquieto de lo habitual, las calles eran un
continuo ir y venir de personas. Lucia al ver ese trajín de gentes preguntó a
un grupo cercano a su casa:
-¿Qué ocurre,
Timoteo? –dirigiéndose al que lideraba el grupo.
-¡Parece
mentira Lucia! –exclamó con alegría el tal Timoteo. La fortuna ha llamado a tu
puerta y tú no te has enterado todavía; tu primo Pablo Pérez ha regresado del
Perú y se dice que ha traído tal fortuna que son muchos a los que ya ha obsequiado
con algo. Algunos dicen que dio con el Dorado y que con ese oro, plata y
piedras preciosas que ha traído piensa construir un hospital y un convento,
aquí en Hoyos.
Lucia
apesadumbrada se dio la vuelta y cerrando la puerta comenzó a llorar de manera
ininterrumpida; quedándose todos los vecinos sorprendidos ante la inesperada reacción
de su interesada convecina.
Relato basado en el libro de
Domingo Domené: Historia de Sierra de
Gata. Página 117
CHUCHI del Azevo
Abril de 2012