sábado, 7 de noviembre de 2020

LEYENDAS DE PRINCESAS ENCANTADAS, MIRAMAMOLINES Y TESOROS OCULTOS EN LA ARABESCA SIERRA DE GATA (IV)


               Cuentan los más sabios del lugar que allá, en la localidad de Eljas, los moros en su precipitada huida, ante las razzias de los ejércitos cristianos comandados por aquel Rey hispano llamado Ordoño I, escondieron un inmenso tesoro de ricas telas tejidas con finos hilos de oro y plata; adornadas, éstas, con exquisita pedrería: rubíes, diamantes, etc…..

                El lugar escogido por los discípulos del Profeta para ocultarlo fue una fuente llamada de los Haberes o Habeleras y como guardián del mismo se ofreció voluntario el Principe Al-Hakim. A quien el taumaturgo Abdel Azîm convirtió en un bello gallo de áureos plumajes; adornado todo él con amatistas y zafiros. Alrededor de su cuello le impuso un collar con doce cascabeles cincelados en platino.

                Bajo esa apariencia, Al-Hakim, debería proteger las grandes riquezas que su pueblo se veía obligado a abandonar en tan precipitada huida. Jamás volverían a buscarlas pero el ínclito Príncipe permaneció fiel a su juramento y en ese estado permanece aún hoy en día como protector de tan codiciado tesoro.

                Son muchos los que dudan de la existencia, tanto del tesoro, como de tan asombroso gallo; pero la Tía Compón, vecina de Sierra de Gata, pudo comprobar que la historia era cierta. Aún hoy en día algunos recuerdan sus lamentos quejándose de su mala suerte.

                La Tía Compón era una de esas viejas sabias que había heredado ese conocimiento milenario, que sólo está disponible para unos pocos elegidos, y que se transmite oralmente desde que el mundo es mundo.

                Sus manos y el conocimiento de las plantas era con lo que sanaba a sus convecinos; por ello pasaba largas horas todos los días en el campo, seleccionando aquellas hierbas que le servían para sus remedios caseros.

                En una de esas salidas campestres, y ya cerca de la fuente de los Haberes, se le apareció el deslumbrante bípedo. La Tía Compón en un instante vio resueltos todos sus problemas económicos y como si de una funambulista se tratase saltó de piedra en piedra detrás del gallo; mientras éste hacía los mismo intentando evitar su captura por aquella vieja enigmática.

                A cada intento de la vieja, el plumífero gallo le respondía con un intenso quiquiriquí; hasta que ya agotada la pobre Tía Compón el escurridizo gallo desapareció como por arte de magia, quedándose la pobre mujer sin el ambicionado tesoro.

                Entre sollozos llegó al pueblo, siendo interceptada camino de su casa por dos de sus vecinas, que alarmadas le preguntaron el motivo de sus lloros. A lo que ella les relató lo ocurrido.

                Sus vecinas no daban crédito a lo que contaba la pobre Tía Compón; ya que era de dominio público que para capturar a tan áureo gallo tan sólo era necesario echarle un poco de agua sobre su cresta, mientras hacía su característico y onomatopéyico quiquiriquí. De esa manera se conseguía el ambicionado tesoro y además finalizaba el encantamiento del Principe Al-Hakim.

Relato basado en el libro de Publio Hurtado Supersticiones Extremeñas, pág. 148

Autor: CHUCHI del azevo

Abril de 2012.     


 

LEYENDAS DE PRINCESAS ENCANTADAS, MIRAMAMOLINES Y TESOROS OCULTOS EN LA ARABESCA SIERRA DE GATA (III)

 


Ese día, Ángeles, había llevado a pastar al rebaño de cabras de la familia a un lugar de Jálama; al que solía ir por estas fechas del año, cuando el estío era inclemente con las personas y los animales.

La jornada se presentaba como una más de las muchas de las que había vivido desde que era niña; pero el destino le tenía reservada, esta vez, una increíble sorpresa.

Nada más llegar al prado del Chorrito de en Medio, sus cabras se repartieron por toda la extensa finca buscando los brotes más tiernos de una hierba escasa; mientras que ella, como tenía costumbre, se dirigió hacia unas rocas ciclópeas entre las que se solía cobijar de los fenómenos atmosféricos. Sin haber terminado de campar el morral, y sus pertenencias; descubrió, con gran asombro, un bazar de ricas telas y bellos objetos de oro y plata; todo ello adornado con abundante orfebrería; tras de lo cuál se encontraba un apuesto príncipe oriental con una servicial fémina.

Ángeles, no pudiendo resistir su codicia, tomó una pequeña jarra de oro; mientras sus ojos se iluminaban al sentir el frío entre sus manos del áureo metal.

¡Deja eso en su sitio, aún no te lo has ganado!- exclamó el encantador príncipe. Sin más se levantó y sonriéndole, le dijo con voz aterciopelada:

-Vuelve de aquí en un año, pero tú sola, y de esa forma todas estas riquezas serán tuyas. Mientras tanto en aquél cerro que hay a tu espalda podrás encontrar otro tesoro de menor tamaño; pero que cubrirá tus necesidades durante este año.

Ángeles se giró rápidamente para ver a qué cerro se refería y cuando se tornó de nuevo para preguntar al príncipe el sitio exacto; éste, su acompañante y las magníficas riquezas ya no estaban; se habían esfumado como por arte de magia.

La pastorcilla encerró el ganado y se fue hasta el pueblo a toda prisa. Cuando llegó a casa contó a sus familiares y amigos lo sucedido, nadie daba crédito a lo que la adolescente relataba. Aún así al día siguiente el cerro señalado por el benefactor príncipe era un hervir de gentes que con picos y palas aguijoneaban al recio montículo. Pasados varios días las gentes desistieron de lo que ellos creían una locura transitoria de una joven pastorcilla.

Sin embargo, se cuenta que una familia de San Martín de Trevejo continúo con las excavaciones, dando con el tiempo con el preciado tesoro.

Ángeles volvería al año a su cita con su ensoñado príncipe oriental, pero no pudo evitar que sus familiares y amigos se empeñasen en acompañarla; por lo que ante el incumplimiento de lo pactado, el aristócrata oriental declinó aparecer. Perdiendo, Ángeles, en el triste plazo de un año, dos magníficas fortunas que le habrían cambiado su humilde situación económica.

 

Relato basado en el Libro Supersticiones Extremeñas de Dº Publio Hurtado. Pág. 149.

 

Autor: CHUCHI del Azevo

Marzo 2012    

 




LEYENDAS DE PRINCESAS ENCANTADAS, MIRAMAMOLINES Y TESOROS OCULTOS EN LA ARABESCA SIERRA DE GATA (II)

 



En un paraje de Villasbuenas de Gata, que se conoce desde antiguo por el nombre de Púlpito de los Lobos, la tradición oral asegura que existe bajo tierra una gran bóveda sujetada por cuatro colosales áureos guardianes sarracenos. En el centro de estos cuatro seguidores del Profeta hay una escandalosa cantidad de monedas de oro; que aquéllos que la han visto se lamentan de no poseerla.

                Allá por 1884 ó 1885 algunos vecinos de Sierra de Gata, que habían escuchado el relato a los que aseguraban haber estado en esa bóveda, decidieron constituir una sociedad para la localización de ese magno tesoro. Como no sabían la ubicación exacta se pasaron varios meses cavando por aquí y por allá, hasta que decidieron contratar los servicios de un enigmático zahorí. Éste con sus herramientas encantadas les indicó, a los miembros de la Sociedad, el lugar exacto donde se encontraba el preciado tesoro.

                Pero antes de que comenzasen a cavar les advirtió que dicho tesoro se encontraba a una profundidad de unos pocos metros de la superficie del lugar, por lo que su localización no era muy difícil. Aunque debían tener en cuenta que si durante el tiempo que transcurriese la búsqueda alguno de ellos dudaba de la existencia del mismo, éste se hundiría de nuevo en una distancia similar a la que se encontraba actualmente.

                Los asociados cavaron, y cavaron, y los meses transcurrieron; y allí no aparecía ningún objeto de oro. Decidieron realizar una última prospección y juraron por lo más Sagrado que nadie dudaría; así estuvieron otro mes y el Tesoro siguió sin aparecer. En ese momento comenzaron los reproches entre unos y otros; con acusaciones de falta de Fe. Al poco de comenzar las recriminaciones, a uno de ellos le dio por pasar a las manos, y la tangana que se lío llegó a tal punto; que la única recompensa que obtuvieron estos Buscadores de Oro fue un sin fin de huesos quebrados, y algún que otro punto de sutura en sus tercos cráneos. Además la Sociedad la tuvieron que disolver, y los hasta entonces asociados dirimieron sus diferencias en los Juzgados de la Ciudad de Plasencia.

                La avaricia les dejó en la ruina y con el cuerpo molido a golpes, además de convertirse en motivo de chanza durante años en aquellas poblaciones donde residían.

Leyenda basada en el relato de Dº Publio Hurtado recogido en el libro Supersticiones Extremeñas. Pp. 150-151


Autor: CHUCHI del Azevo

Febrero 2012


LEYENDAS DE PRINCESAS ENCANTADAS, MIRAMAMOLINES Y TESOROS OCULTOS EN LA ARABESCA SIERRA DE GATA (I)

 


              Cuenta la tradición oral que durante los miércoles, jueves y viernes de Pasión sale de su refugio subterráneo, situado entre las inmensas moles graníticas ubicadas en la parte más occidental de Sierra de Gata, conocidas por el sobrenombre de Torres de Hernán Centeno, la hercúlea y encantada nieta del fiero y temido gigante Fierabrás.

                En esas tres noches, a la luz de las estrellas, todos aquéllos que se han atrevido a aguardar la aparición de esta hermosa y fornida Princesa moruna han observado con gran asombro como el entretenimiento preferido de esta noctámbula vecina nuestra consiste en jugar a los malabares con esas Rocas Caballeras que adornan ese hermoso paisaje de nuestra querida Sierra de Gata.

                Es tal la velocidad que llegan a tomar esas titánicas rocas al ser arrojadas al espacio por las fornidas manos de la misteriosa Princesa, que más de uno de esos intrépidos “vouyers” nocturnos han huido a toda velocidad por entre los intrincados riscos y tupidos matorrales por miedo a ser alcanzados por alguna de esas ciclópeas rocas.

                Una vez finalizado ese periodo de tiempo nuestra misteriosa Princesa deja en su lugar sus objetos de juego y regresa a su acostumbrado refugio en el que espera la llegada de algún apuesto Príncipe, que la libere del encantamiento al que fue condenada en los albores de los tiempos, cuando la humanidad no habitaba estas tierras.


Leyenda basada en el relato de Dº Publio Hurtado recogido en el libro Supersticiones Extremeñas. Pág. 73

Autor: CHUCHI del Azevo

Febrero de 2012


lunes, 2 de noviembre de 2020

DE ILUMINADOS, EREMITAS, SANTOS Y ASCETAS VI

 



Ya estaba casi todo, lo poco que tenían, guardado en las banastas de corteza de castaño que adquirieron el día anterior en San Martín de los Vinos; cuando alguien llamó a la puerta del Convento de Santiago. Fray José de Gallegos, se levantó y sin dudarlo abrió la puerta. Ante él se encontraban el representante de los vecinos del Azebo, junto a un nutrido grupo de vecinos de esa población; que se habían desplazado hasta Cerro Moncalvo, para ayudar a los monjes franciscanos a su traslado, hasta la nueva sede del Convento de Santiago en esa humilde población de Sierra de Gata.

Aunque la noche se les había echado encima, y ese mes de noviembre de 1595 era de los más fríos de los últimos años, la comitiva emprendió la marcha en el preciso instante en el que Fray Nicasio, el monje más veterano del Convento, trancó para siempre la puerta. Entrada que tantas veces había franqueado desde que llegó a ese humilde cenobio.

A la cabeza de la procesión se situaron los monjes, que portando un gran crucero y luminosas antorchas, iban guiando por intrincados senderos al resto de los miembros del acompañamiento.

Cuando se encontraban a mitad de camino, por el cerro de la Atalaya, un intenso vendaval, junto a una espesa niebla se apoderó del grupo; y todos ellos, temiendo que las antorchas se apagasen por los vientos ciclónicos, se apresuraron a proteger las llamas de las mismas para no quedarse a oscuras en medio del monte.

Cada vez les era más difícil avanzar y algunos empezaron a especular con la idea de abandonar la tarea del traslado conventual; pero en ese preciso instante uno de los monjes, Fray José de Gallegos, comenzó a tararear el Bíblico Salmo 50, el popularmente conocido Miserere:

 

Miserere mei, Deus,/secundum magnam misericordiam tuam./Et secundum multitudinem miserationum tuarum,/dele iniquitatem meam./Amplius lava me ab iniquitate mea:/et a peccato meo munda me./Quoniam iniquitatem meam ego cognosco:/et peccatum meum contra me est semper…… 

Inmediatamente todos los asistentes le secundaron y como si de un milagro se tratase las llamas de las antorchas no se vieron afectadas por los vivos vientos serranos.

Así continuaron un largo trecho, hasta que por fin llegaron a la antigua Ermita de San Sebastián, que se encontraba a unos escasos cien metros del casco urbano del Azebo. Ese terreno era el que los vecinos de esa localidad les habían regalado a los monjes franciscanos para que refundasen su nuevo Convento de Santiago.

Entre los asistentes llamó la atención lo acaecido y todos estuvieron convencidos de que habían asistido a un milagro. Decidiendo entre ellos,  desde aquél día, que el Miserere sería su canto procesional obligatorio en sus ritos religiosos.

 

Relato basado en el libro de Fray José de Santa Cruz. Crónica de la Provincia Franciscana de San Miguel, parte I. Y en el cuento Miserere de las Leyendas de Gustavo Adolfo Becquer.

 

Autor: CHUCHI del Azevo

Marzo de 2012

 


DE ILUMINADOS, EREMITAS, SANTOS Y ASCETAS V

 


                En el horizonte, como si de un espejismo se tratase, se veía cada vez más cerca la silueta de dos hombres; que pobremente vestidos se acercaban hacía la cueva que habitaba, ya desde hacía varios años, Juan; el eremita de Descargamaría.

                -¿Qué se les ofrece a Ustedes en un día de tanto calor como el de hoy?-preguntó el ermitaño.

                -Buen día- respondió uno de ellos; mientras el más joven se cobijaba bajo la sombra de un castaño. Venimos de muy lejos, concretamente desde Ciudad Rodrigo; aunque él viene desde más lejos todavía, exactamente desde la ciudad del Apóstol, de visitar las reliquias del Santo. Al internarnos por estas tierras nos hemos quedado maravillados de la belleza de las mismas, parecen el Jardín del Edén.

                -Pues sí, es una tierra excepcional, abundante en agua y rica en frutos; cualquier cosa que uno plante se multiplica por tres -respondió humildemente el eremita.

                Cerca de la cueva observaron los viajeros una pequeña cascada de agua, que convertía los alrededores de la misma en un pequeño vergel. El más anciano de los dos preguntó:

                -¿Cómo se llama esa torrontera de agua?

                -El Chorro del Águila –precisó el ermitaño.

                En ese instante el más  joven, que hasta entonces no había hablado, dijo:

                -Allí al Chorro del Águila arderá siempre un hacha encendida, allí se servirá a Dios siempre.

                Ambos, el eremita y el viajero, Pedro, entendieron el mensaje profético del joven San Francisco de Asís, que así se llamaba el otro caminante. Y en aquel mismo instante en ese lugar se iniciaron las obras, como anteriormente se había hecho en San Martín de Trevejo y en Gata, para construir un nuevo convento, el de Santispíritus de Valdárrago. Con ese ya eran tres monasterios los que el joven San Francisco de Asís llevaba fundados en Sierra de Gata, el de San Miguel en San Martín de Trevejo, El Hoyo en Gata y ahora el de Santispíritus en Descargamaría.

                Posteriormente el Santo dejó a su fiel acompañante Pedro con la hercúlea tarea de poblar ese cenobio. Una vez finalizada la labor encomendada, el fiel seguidor de Asís se trasladó cerca de ese último convento y fundó a orillas del arroyo Meacera, en Torrecilla de los Ángeles, un último monasterio bajo la advocación de Nuestra Señora de los Ángeles, en cuál sería enterrado.   

Relato basado en el libro de Domingo Domené Historia de Sierra de Gata, Pág. 78.

Autor: CHUCHI del Azevo

Mayo de 2012



DE ILUMINADOS , EREMITAS, SANTOS Y ASCETAS (IV)

 



Santiago, el joven sacristán del presbítero de la parroquia del Azebo, corrió todo cuanto pudo hasta llegar a la sacristía de la Parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles. Sin pedir permiso, entró de dos zancadas; mientras Dº Remigio, el párroco, se giraba asustado, preguntándole alarmado:

-¿Se puede saber qué pasa para entrar de esta manera en la Casa del Señor?, ¿Es qué alguien ha robado Xálama?

Santiago creía que el corazón se le iba a salir por la boca; hasta que al fin, apoyado sobre la mesa de la Sacristía, pudo empezar a articular alguna palabra, entre jadeo y jadeo.

-¡Dº Remigio……!, ¡Tiene Usted que acompañarme, tiene que ver lo que está sucediendo!

-Vamos tranquilízate, toma un vaso de agua y explícate de una vez, que me estás asustando –Le ordenó Dº Remigio a su pupilo.

Santiago dio dos sorbos al vaso de agua y mientras se secaba el sudor de la frente, le dijo a su Maestro:

-Fray Mateo Iulian está rezando en el aire.

-¿Cómo que está rezando en el aire? –Le espetó Dº Remigio.

-Sí, Pater –Contestó Santiago, sin entender muy bien todo lo que estaba sucediendo.

Dº Remigio tomó la Biblia y ordenó a Santiago que le acompañase. En su cabeza sólo había un pensamiento; desde que los franciscanos habían llegado al Azebo su paz y tranquilidad se habían visto perturbadas. Por no hablar del descenso en sus ingresos por las misas que le encargaban los vecinos del pueblo y de las que hasta entonces tenía el monopolio absoluto.

Cuando se iban acercando a la Cruz del Humilladero observó que la gente se arremolinaba entorno a algo. Mediante empujones se abrió paso entre sus parroquianos; quienes observaban atónitos como Fray Mateo Iulian rezaba, frente a la citada Cruz, suspendido en el aire.

-¡Bendito sea el Señor! –Exclamó el Presbítero, mientras se santiguaba a toda prisa.

Dº Remigio había leído y escuchado muchas veces hablar de la capacidad de levitar que tenían aquéllos considerados como Santos; pero jamás pensó que llegaría a verlo en esta vida terrenal.

Inmediatamente se arrodilló y ordenó a todos los presentes que hiciesen lo mismo que él y que le acompañasen en el rezo del Rosario; ya que sencillamente lo que estaban viendo era la prueba manifiesta de que los milagros existían.

 

 

 Relato basado en el libro de Fray José de Santa Cruz. Crónica de la Provincia Franciscana de San Miguel, parte I. pág. 482.                         

Autor: CHUCHI del Azevo

Abril de 2012