lunes, 2 de noviembre de 2020

DE ILUMINADOS, EREMITAS, SANTOS Y ASCETAS (III)




                Otto era uno de esos gigantones soldados teutónicos que llegaron a estas tierras de la mano del Emperador Carlos I de España y V de Alemania. Rubio, con una piel blanca mortecina y unos enormes ojos grises era el terror de sus enemigos; sobre todo cuando esa mole humana entraba en combate blandiendo su afilada espada.

                Llevaba ya algún tiempo por estas tierras de Coria y de Sierra de Gata cuando un buen día, nadie sabe muy bien el motivo, decidió cambiar de vida y hacerse monje. Es lo que tiene andar por estos lares seráficos, que uno puede sentir la llamada Divina en cualquier momento.

                A parte de hacerse monje franciscano decidió cambiarse el nombre, a partir de ese momento se llamaría Padre Cuneo. Aunque se desvinculó del ejército nunca perdió el contacto con sus antiguos compañeros de batallas y durante mucho tiempo siguió instruyendo a los soldados de su nacionalidad que se encontraban acantonados en Coria.

                Hasta el final de sus días su vida transcurrió de pueblo en pueblo de esta serranía altoextremeña; aunque siempre, al atardecer, procuraba estar de vuelta a su nuevo hogar, el Convento de San Miguel en San Martín de Trevejo.

                Poco a poco su vida se fue agotando hasta que una noche de invierno y después de una vida intensa, ésta llegó a su fin. Sus hermanos conventuales y sus vecinos mañegos decidieron enterrarlo en la iglesia del Convento, más concretamente en el lado de la Epístola.

                Los años transcurrieron y entre aquellos que lo conocieron nunca se olvidó sus penitencias, apostolado, méritos y virtudes. Ya en el año del Señor de 1675 su tumba fue abierta y se encontró su cuerpo incorrupto, siendo trasladados dichos restos en loor de santidad.

 

Relato basado en el libro Jálama y su Comarca del Párroco Dº Samuel Sousa Bustillo

Autor: CHUCHI del Azevo

Mayo de 2012   


 

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