Otto era uno de esos gigantones soldados
teutónicos que llegaron a estas tierras de la mano del Emperador Carlos I de
España y V de Alemania. Rubio, con una piel blanca mortecina y unos enormes
ojos grises era el terror de sus enemigos; sobre todo cuando esa mole humana
entraba en combate blandiendo su afilada espada.
Llevaba
ya algún tiempo por estas tierras de Coria y de Sierra de Gata cuando un buen
día, nadie sabe muy bien el motivo, decidió cambiar de vida y hacerse monje. Es
lo que tiene andar por estos lares seráficos, que uno puede sentir la llamada
Divina en cualquier momento.
A
parte de hacerse monje franciscano decidió cambiarse el nombre, a partir de ese
momento se llamaría Padre Cuneo. Aunque se desvinculó del ejército nunca perdió
el contacto con sus antiguos compañeros de batallas y durante mucho tiempo
siguió instruyendo a los soldados de su nacionalidad que se encontraban
acantonados en Coria.
Hasta
el final de sus días su vida transcurrió de pueblo en pueblo de esta serranía
altoextremeña; aunque siempre, al atardecer, procuraba estar de vuelta a su
nuevo hogar, el Convento de San Miguel en San Martín de Trevejo.
Poco
a poco su vida se fue agotando hasta que una noche de invierno y después de una
vida intensa, ésta llegó a su fin. Sus hermanos conventuales y sus vecinos
mañegos decidieron enterrarlo en la iglesia del Convento, más concretamente en
el lado de la Epístola.
Los
años transcurrieron y entre aquellos que lo conocieron nunca se olvidó sus
penitencias, apostolado, méritos y virtudes. Ya en el año del Señor de 1675 su
tumba fue abierta y se encontró su cuerpo incorrupto, siendo trasladados dichos
restos en loor de santidad.
Relato basado en el libro Jálama
y su Comarca del Párroco Dº Samuel Sousa Bustillo
Autor: CHUCHI del Azevo
Mayo de 2012
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