domingo, 18 de octubre de 2020

HACIENDO TURISMO


Una pareja de jóvenes acebanos decidieron un verano invitar a la madre de uno de ellos a un viaje por tierras gallegas. 

La pareja decidió programar una visita a una típica casa de campo gallega, que había sido previamente restaurada para que sirviese de centro de interpretación de cómo vivían las familias galaicas.

Antes de entrar a la casa-museo los jóvenes se encendieron un porro para disfrutar de una manera especial de la visita. A lo largo del trayecto el grupo de visitantes se reunía una y otra vez entorno al guía que iba explicando los objetos que se encontraban en las distintas estancias. A cada explicación la madre acebana que les acompañaba la remataba siempre con la misma frase:

-Igualitu señor que en el mi puebro.

Todos los visitantes sorprendidos y entre chascarrillos en voz baja comentaban la situación tan anecdótica que esa acebana les estaba haciendo vivir. Mientras tanto la jóven pareja, azorados por la situación y devueltos a la realidad de la evasión de la que hasta entonces disfrutaban a la que les había llevado el colocón del peta que se acababan de fumar, intentaban evitar las intervenciones tan llamativas de esta acebana tan singular. Pero la visita siguió y las intervenciones no pararon. El recorrido finalizaba en la cocina de la casa y cuando el guía exlicaba los objetos que allí se encontraban, se detuvo en uno de ellos.

- Y aquí pueden ver las llares que usaban los propietarios de la vivienda

-¡Tó!, pu eso es como en la canción -Puntualizó la acebana

-¿Perdón señora, cómo dice? -Preguntó el guía.

-Pu sí, que eso es como dici la canción. ¿Ondi están las llavis matarili,rilelon?

Los acompañantes de la visita que habían contenido las risas durante todo el trayecto explotaron en una carcajada conjunta que indujo a la pareja, una vez finalizado el recorrido, a encenderse un peta más grande que el anterior para intentar asimilar la situación tan subrealista que les había hecho vivir su familiar.

Autor: CHUCHI del Azevo

Octubre  2020


*Esta anécdota, totalmente verídica,  me la contó este agosto covid-estival en la terraza del Trébedes la hija de esta acebana universal a la que yo tengo un aprecio especial.

 

 

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