lunes, 12 de octubre de 2020

CRÓNICAS DEL CONTRABANDO Y DE CONTRABANDISTAS VII


Una paz inusual se había apoderado de toda la población de Acebo y ese ambiente bucólico con el que el invierno de Sierra de Gata lo embriaga todo permitía a los más bizarros actividades económicas tan arriesgadas como el contrabando.

                En esa tarea, como de costumbre, se encontraban de nuevo Emiliano y su cuñado Macario. Esta vez estaban decididos a pasar una buena carga de café portugués y tabaco delante de las mismas narices de las fuerzas de seguridad fronterizas de ambos países.

                Varios días antes, como era usual en ellos, habían planificado la acción en el rincón de un bajo de Acebo que hacía las veces de taberna y cuyo dueño atendía al apelativo de Tío Ratón.          Esa reunión no pasó desapercibida para uno de los muchos soplones con los que la autoridad local contaba en la población; quién al final, nadie sabe muy bien cómo, consiguió enterarse de todo el plan de ambos contrabandistas; informando, éste, en detalle a las fuerzas de seguridad radicadas en la villa de las pretensiones de ambos paisanos.

                Después de dos días desde su salida de Acebo y de haberse internado en tierras portuguesas, Emiliano y Macario se encontraban de vuelta hacia la localidad en la que residían con una preciada mercancía que ya tenía comprador; un comerciante local que, a buen seguro, ganaría una cuantiosa cantidad de dinero con la venta de dicho género en su establecimiento.

                Cuando ambos creían estar a salvo de peligro alguno, y mientras descendían por una de las veredas que atravesaban una zona conocida por el nombre de La Jabonera, aupados a lomos de sus dos poderosas mulas a las que habían fijado la pesada carga, un grito les alertó de que habían sido descubiertos:

-¡Alto a la Guardia Civil!-retumbó entre el silencio de la noche y el a veces esporádico silbido del viento entre las ramas de los árboles.

               Evidéntemente ambos sabían que si les cogían a ellos se jugaban bastante más que si las fuerzas del orden tan sólo decomisaban la carga, por ello decidieron picar espuelas y con su afilados cuchillos cortaron las cuerdas que fijaban la mercancía al lomo de sus mulas. Pero esta vez la Guardia Civil no estaba dispuesta a  dejar escapar a estos dos contrabandistas, detrás de los cuales llevaba mucho tiempo. Para ello los guardias habían diseñado una estratagema que consistía en darles el alto, como habían hecho, una vez se encontrasen en medio de la vereda que conducía al camino vecinal principal, y ante la posible huida de los mismos habían tendido una cuerda de un árbol a otro a lo ancho del camino, que en el caso de una huida al galope, como habían realizado, los desmontaría a ambos de las mulas. Así fue como sucedió tal y como lo habían planeado los agentes; a los pocos metros de su huida al galope un fuerte golpe en el pecho los desmontó a ambos de la grupa de sus mulas, quedando por segundos inconscientes en el suelo.

                Los guardias civiles en ese instante emprendieron una frenética carrera hacia ellos con sus armas cargadas y dispuestos a apretar los gatillos al más mínimo intento de fuga; pero Emiliano y Macario no tardaron en recuperarse y como viejos zorros que conocían el camino que pisaban como la palma de su mano se desvanecieron en la oscuridad de la noche entre la espesura de la vegetación; mientras los guardias civiles disparaban sus armas por donde creían que habían huido sin más resultado que varios cartuchos gastados, dos espléndidas mulas requisadas y el decomiso de una valiosa mercancía  .

                Esa jornada finalizó para Emiliano y Macario con un estrepitoso fracaso, pero afortunadamente ambos habían salvado la vida y evitado su captura, más adelante se ocuparían de averiguar quién les había delatado y sobre todo intentarían recuperar las mulas y parte de la carga.

 

Autor: CHUCHI del Azevo

Agosto de 2012 

 


 

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