Al final Emiliano y Macario liquidaron con el
comerciante y los vecinos de Torre de don
Miguel la operación de contrabando que había sido intervenida por la
guardia civil. Todos habían salido ganando a pesar del contratiempo en el que
se vieron envueltos.
Con
una buena cantidad de dinero en los bolsillos se dirigieron por entre las
intrincadas calles de la Torrita a uno de los casinos de la plaza del pueblo;
para disfrutar de lo que más les gustaba a los dos, una partida de Gilé.
El
casino presentaba el aspecto habitual de un sábado por la tarde; una densa nube
de humo de tabaco lo invadía todo; las mesas colocadas de manera anárquica por
todo el salón servían a unos y a otros para las más diversas actividades; y al
fondo del inmenso salón, una rústica barra hacía las veces de púlpito al
encargado de Baco.
Emiliano
y Macario pasaron lentamente por entre las mesas; cuando se aproximaban a la
que se encontraban sentados el Jefe de los Carabineros y el anterior Alcalde de
la localidad, éste último les hizo un gesto indicándoles que se sentasen.
Emiliano y Macario no lo dudaron y sentándose uno enfrente del otro dieron
comienzo a la ansiada partida. El Jefe de Carabineros fue el encargado de
repartir los naipes.
Llevaban
cerca de una hora jugando y la fortuna se había aliado con Emiliano; sin
embargo habían acordado entre todos que esta mano sería la última de esta
partida. En el centro de la mesa había unas cinco mil pesetas, una cantidad de
dinero desorbitada para ese terrible año de posguerra que era 1946; pero a
Emiliano, a Macario, al Jefe de Carabineros y al antiguo Alcalde les gustaba
jugar fuerte; por ese motivo nadie, salvo otros contrabandistas locales, se
atrevía a sentarse a jugar con ellos. En ese preciso instante hizo acto de
presencia en el salón el actual Alcalde, un ser odiado por todos, el típico
arribista que había coqueteado con todas las tendencias política de los años
treinta para convertirse en la actualidad en un firme defensor del actual
régimen.
Cuando
vio a los cuatro tahúres, sus ojos sanguinolentos se le salían de las órbitas y
de cuatro zancadas se puso a la altura del Jefe de Carabineros, a quien con
tono crispado espetó:
-¡Vergüenza le debería dar a Usted estar
juagando con estos contrabandistas que con sus actuaciones arruinan a la
Hacienda Pública Nacional!
El
Jefe de Carabineros no sabía dónde esconderse y tan sólo fue capaz de musitar:
-Bueno……., verá Usted…..
-¡Calle! -Le interrumpió el crispado Alcalde.
Venga recojan los naipes y váyanse si no quieren que avise a la guardia civil
para que les detenga a todos.
Los
cuatro callaron, no querían ningún tipo de enfrentamiento con tal personaje,
del que conocían su carácter totalitario y vengativo. Mientras se levantaban de
las sillas Emiliano alargó su mano para recoger las cinco mil pesetas que
estaban encima de la mesa; pero en ese momento dicho alcalde le ordenó:
-¡Deje ese dinero encima de la mesa, queda
requisado por la autoridad municipal!
Pero
Emiliano no estaba dispuesto a permitir que le quitasen de esa manera tal
cantidad de dinero, y mientras el Jefe del Consistorio hacía ademán de requisar
el dinero Emiliano replicó:
-¡Eso será por encima de mi cadáver!, dese
por satisfecho con habernos interrumpido la partida, el dinero es otra cuestión.
Y cogiendo los billetes con su mano izquierda los introdujo en uno de sus
bolsillos; mientras con la mano derecha asía el cuchillo que siempre llevaba en
la parte trasera de su cintura.
Antes
de hacerles abandonar el salón; el Alcalde, y ante la humillación sufrida
delante de todos, amenazó al Jefe de Carabineros y a su predecesor con unas
palabras que los dejó gélidos:
-Sepan Ustedes que de todo esto tendrá
noticias el Gobernador Civil de la provincia de Cáceres.
Los
cuatro le dieron la espalda y dejándole solo ante la mirada atónita del resto
de clientes salieron por la puerta intentando olvidar el incidente con un
individuo al que despreciaban la mayor parte de los vecinos de la localidad.
Autor: CHUCHI del Azevo
Septiembre de 2012
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